¿Tenemos suficiente confianza en la ciencia? La epidemia de coronavirus (COVID-19) que llevamos padeciendo desde marzo de 2020, nos hace dudar de ella.

En el momento de escribir estas líneas, se está empezando a hablar de toque de queda bajo un estado de alarma. Los casos suben, aumentan los hospitalizados, se llenan las UCI y aumenta el número de fallecidos. (Actualizo: el estado de alarma fue aprobado el 25 de octubre).

Llevamos desde julio tomando medidas aparentemente para nada. Parece que el virus va a su antojo.

Pensábamos que esto acababa en junio. Ahora mismo la epidemia está desbocada y aunque no se dice abiertamente, hay pánico ante las consecuencias económicas que se avecinan. Basta hablar con cualquiera que tenga una pequeña responsabilidad en la vida.

No creo equivocarme si digo que nuestra percepción de la seguridad y de la estabilidad, a la que estábamos acostumbrados, ha quedado alterada de forma irreversible.

Después de siglos de acumulación de conocimiento y, sobre todo en todo el siglo XX, de una confianza casi absoluta en la ciencia, la gente empieza a preguntarse dónde están los científicos y sobre todo, dónde están las respuestas: saber si hace falta mascarilla o no, si se contagia por el aire, por los pies, o quizás por la mirada.

Dicho de otra forma, falta seriedad en la comunicación de los datos y de los avances, si es que se están produciendo.

Tenemos la impresión de estar dando palos de ciego y que solo contamos con una solución, la misma que había hace siglos: quedarse encerrado en casa. El único problema es que para mucha gente ya no es una opción.

Un importante empresario decía hace unos días que hay que respirar y comer: se puede dejar de comer un tiempo, pero no indefinidamente.

No es el momento de perder la confianza en la ciencia

confianza en la ciencia
Confianza (foto pixabay)

A pesar de los párrafos anteriores, no podemos desconfiar de la ciencia, menos en un país como el nuestro. La ciencia y la tecnología nos han permitido responder mucho mejor a los efectos de la pandemia.

Otra cosa es que, para tranquilizarnos, lleven diciendo demasiado tiempo que la vacuna estaría preparada en menos de un año, cuando saben que es imposible por los plazos de desarrollo, que no pueden acelerarse.

España es un país con claras deficiencias en desarrollo científico. Justo ahora (ahora y siempre) hay que darse cuenta de la necesidad de fomentar el desarrollo científico. Hay que destinar más recursos a la ciencia y la tecnología para que, cuando haya este problema u otros, podamos responder con laboratorios, equipos y personal formado que no se haya ido a trabajar a otros países.

El panorama no es alentador, porque en este país la primera partida que se reduce en los presupuestos, si hay problemas, es la de I+d+i, la única garantía de cambiar en un futuro el modelo productivo.

Es compatible un potente sector turístico con una industria digital y tecnológica desarrollada. Pero no es sostenible que un sector estacional provoque una enorme caída en la riqueza del país.

Necesitamos más ciencia y más tecnología para poder crear más trabajos para el futuro cercano.

No podemos descuidar la educación

(foto pixabay)

Hay que potenciar las posibilidades que nos da la tecnología para poder capear lo mejor posible el temporal en la educación.

Algunos alumnos van 2 días a clase una semana y 3 días la siguiente. El resto de los días están en casa, donde se supone que tienen que hacer las tareas que les propone el profesor. El temario se repite para los alumnos, por lo que las materias no pueden avanzar con la rapidez adecuada.

Sin embargo, esto no es así en todos los colegios. La desventaja entre los alumnos que asisten a clase todos los días frente a los que no, resulta evidente.

Se habla en algunos círculos de dar aprobado general. Por fortuna, eso no está claro todavía. Sería una lamentable dejadez de funciones. No es solución aprobar a todo el mundo cuando hay recursos tecnológicos para hacer las cosas mejor.

Es cierto que los alumnos no tienen la culpa de la pandemia. Nadie la tiene. Sí serán culpables los responsables que no usen los recursos humanos y tecnológicos que existen y se pueden poner a punto (han pasado 6 meses, hay muchos por delante) para conseguir que los alumnos no pierdan un año de formación.

Conclusión

Parece que todavía quedan unos meses de convivencia permanente con la COVID-19. En la medida que cada uno pueda, debe adaptarse a las nuevas circunstancias, moviéndose lo necesario (esto también incluye ir a cenar o comer a un restaurante) y con las debidas medidas de seguridad y trabajando, si puede, desde casa.

Después de la crisis económica que ya está aquí, la prioridad será, sin duda, apoyar a aquellos que no pueden más, pero también poner las medidas para que el futuro sea mejor, una vez pasada la pandemia.

Una de estas medidas es prioritaria: incrementar el desarrollo científico y técnico del país para hacer frente a las carencias que ha puesto de manifiesto esta crisis sanitaria: un mercado laboral en el que tienen demasiado peso los trabajos menos cualificados del sector turismo; baja penetración de la digitalización en las empresas. Una industria que en lugar de modernizarse, se ha ido desmantelando.

Y, por supuesto, nunca tirar la toalla con la educación. Hay que garantizar que los jóvenes reciban la educación que les corresponde y aportar para ello todos los medios necesarios.

Imagino que nadie duda que la educación es uno de los pilares que garantiza que saldremos de la crisis, visto a largo plazo. Como el desarrollo científico, también visto a largo plazo. Repetiría largo plazo hasta que me dolieran los dedos.

Hay un problema del que no voy a hablar: la situación política de España. Me parece que todo el mundo tiene una idea al respecto. Engloba a todos los demás problemas y los hace más densos, más complicados de resolver. Y debería ser al revés.

(foto de cabecera: kkolosov, pixabay)